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EQUINOCCIO DE PRIMAVERA EN TIEMPOS DE LOS ÍBEROS





De vez en cuando noticias como ésta nos muestran la dimensión real del presente: éste, el nuestro, es un tiempo de la Historia como cualquier otro, que pasará, que se recordará por sus hechos y peculiaridades dentro de un siglo o cuando sea, pero nada más.
Nuestra sociedad, la que vivimos, pese a su narcisismo engolado y vanidoso, es una de tantas. Así es, sencillamente.
Viene esto a cuento porque esta semana pasada, el martes 20 de marzo, en la localidad de Puente Tablas, muy cerca de Jaén capital, unos arqueólogos de la Universidad vivían impacientes un momento único: aguardaban con máxima expectación el instante exacto de la salida del sol ese día de equinoccio de primavera.
Las excavaciones arqueológicas realizadas en los restos recientemente hallados de un antiguo templo íbero habían dejado al descubierto una puerta. Lo maravilloso del asunto es que el primer rayo del sol del día 20 ó 21 de marzo debería penetrar a través de ella, recorrer 15 metros y alumbrar desde la cabeza hasta los pies la rudimentaria figura que representaba a una diosa.
Y así fue. Y en pleno siglo XXI se observó lo que durante siglos y siglos estuvo oculto, enterrado, olvidado como si jamás hubiera sucedido. Y la luz  iluminó a esta deidad durante media hora aproximadamente cayendo sobre ella de nuevo las sombras después hasta el siguiente amanecer del próximo equinoccio…
Es una noticia apasionante, incluso conmovedora, diría yo… Y supone tantas cosas...
Esa puerta y ese templo datan del siglo IV antes de Cristo… y sirven para constatar que antes de la romanización ya existía en territorio peninsular, en una cultura tan elemental en apariencia como la íbera, un sentimiento religioso y mágico tan arraigado, y unos conocimientos de construcción, astronomía, geometría y topología tan amplios como para conseguir efectos tan sutiles como esta entrada del sol a través de un punto concreto, su recorrido de 15 largos metros y su función de iluminación y sentido de adoración a una diosa en un ritual de fecundidad que incluía sacrificios de cerdas preñadas, según los restos hallados en el lugar.
Es bien sabido que ya en época prehistórica la existencia de los seres humanos había adquirido un sentido sobrenatural y espiritual, pero constatar y recordar de vez en cuando que así era supone para este hombre occidental, apurado y pomposo, un sano ejercicio que le sitúa, pese a su arrogancia, en su justa trascendencia. 
Por eso conviene volver la vista atrás y reflexionar cuando conocemos noticias como ésta. Quizá si nos observamos en perspectiva histórica o incluso física cesemos de sobrevalorarnos y percibamos nuestra magnitud real: no somos mucho más que unos seres insignificantes y eventuales, tremendamente efímeros...
 

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Beatriz Rato. Diseño y Desarrollo Web: noeliaantolin@gmail.com. Con la tecnología de Blogger.