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"INTOCABLE": HISTORIA DE UNA IMPROBABLE RELACIÓN




La película "Intocable" narra la historia real de la relación entre dos personas de clases sociales muy dispares y de la que surgió una duradera e importante amistad, inesperada e improbable en circunstancias normales.

Un adinerado aristócrata paralítico contrata para cuidarle a un joven de raza negra perteneciente a la segunda generación de inmigrantes y recién salido de la cárcel y juntos llegan a formar un equipo compenetrado e "intocable".

No deja de tener muchos componentes de películas similares ("Esencia de mujer", "Paseando a Miss Daisy", "El discurso delo Rey"...), pero, en este caso, lo que me interesó más fue la reflexión que me produjo acerca cómo algunos comportamientos quizá magnificados socialmente hacen olvidar otros más intrínsecos al ser humano. Quizá pensamos demasiado en la erudición, el análisis, la corrección, las formas externas y enterramos, bajo una educación encorsetata  y con frecuencia castrante, otras capacidades humanas más instintivas...

Precisamente lo más atractivo para mi de la película es ver como un joven suspicaz, vivo, con gran sentido común y sin demasiados conocimientos académicos, consigue -o lo intenta con vehemencia- lo que su jefe y amigo necesita en cada momento, con sus actuaciones resolutivas, sin florituras ni recorridos innecesarios.

Es una persona imperfecta, como todos, pero comprensivo, solidario, con gran sentido práctico, desacomplejado y una maravillosa alegría de vivir y de disfrutar que trasmite con facilidad.

Me gustó esa huida de la compasión y que no sea una película moralista ni lacrimógena.

Está dirigida por Olivier Nakache y Eric Toledano y muy bien protagonizada por François Cluzet y Omar Sy.

Creo que se puede pasar un buen rato con ella y reflexionar después, además. Eso deben opinar los franceses, ya que casi veinte millones de ellos han ido ya a verla...

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HOMENAJE UNA JOVEN MUJER DESCONOCIDA




Sucedió hace unos días, pero ella aún me viene a la mente de cuando en cuando.

La encontré en una parada de autobús. Yo regresaba de mi trabajo y se acercó a mi mostrándome un folio blanco mientras me decía con muy marcado acento extranjero:
-Por favor...
Quería que la ayudara a dirigirse a un lugar escrito en el papel: era la dirección de la Delegación de Educación de la ciudad, y dudaba si el autobús que estaba a punto de llegar era el adecuado.
Era una mujer vestida con ropa marroquí y supe por mi conocimiento del tema que venía de un pueblo: su modo de cubrir su cabeza, el tipo de ropa. La acompañaban tres niños muy pequeños, de entre cuatro y dos años, me pareció. El del medio era un varón.
Al hacerme la pregunta me miró directamente a los ojos, y yo a ella. Le dije que estaba en la parada adecuada y cuando llegó nuestro autobús subimos las dos con los niños. Le expliqué a la conductora a dónde iban y dónde debían apearse, pues yo lo haría bastante antes. Me dirigí al fondo del autobús y ella quedó con sus niños en la parte delantera para poder escuchar las indicaciones de la conductora llegado el momento.
Me dio las gracias con una sonrisa sencilla y sincera. Sentí mucha ternura.
Iniciamos el recorrido y desde mi posición trasera los observé mejor: iban limpios, bien peinados, dignos, tremendamente dignos y se comportaban muy educadamente.
Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando noté el entusiasmo de aquellos niños. El día era luminoso y ellos iban bien agarrados al asiento observándolo todo. Por su alegría se notaba que para ellos era algo extraordinario viajar en un autobús y pensé que seguramente sería su primer viaje... al menos en un autobús que recorriera las calles de una ciudad... Lo más normal sería que su primer trayecto en un medio de transporte hubiera sido su desde el pueblo hasta la ciudad más cercana a él, luego un autobús de línea que los llevara hasta el puerto de Ceuta o Melilla, desde allí otro viaje emocionante -y quizá incómodo por el mareo que con frecuencia origina- en el ferry que los pasara a Algeciras... y de allí a Gijón, en un larguísimo trayecto, de nuevo en autocar...
Se les veía exultantes, con una sonrisa tan amplia que les llenaba la cara entera, señalando lo que iban viendo y comentando entre ellos, siempre con educación, sin molestar a los demás.
Ahora su madre les llevaba al lugar donde debían dirigirse para conseguir una plaza en una escuela del barrio. Iban directos a su escolarización, comenzaban una integración en una sociedad distinta a la suya, en la que iban a tener iguales derechos aunque fueran dos niñas y un niño.
Seguí observando a la mujer... era tan joven y ya con tres hijos... Sentí tantas cosas, me sentí tan cercana a ella... el lazo que se establece entre las mujeres, siempre existente sea cual sea la cultura de donde se venga y el estatus que se disfrute... Experimenté mil sensaciones y sentimientos relacionados con aquella joven mujer: acababa de llegar a Gijón, era evidente. Aquí la estaría esperando ya su marido con todo bien dispuesto para la familia. Para ella habría sido doloroso separarse de sus padres, hermanos, amigos, pero a la vez estaría ilusionada con este cambio y con reencontrarse con su marido...
...Y pensé en que estaría cansada del viaje, y de deshacer las maletas al llegar a Gijón, de hacer, no obstante, a continuación la cena para todos -marido incluido- y de poner en orden la casa y sus cosas, y de haber madrugado para dar el desayuno a su marido y a sus pequeños, asearlos, recoger las camas y prepararse para hacer aquel trayecto en autobús para buscar una plaza en la escuela para sus hijos... ¿A qué hora habría tenido que levantarse para estar ya en marcha tan temprano y tan arreglados?
Estaría ilusionada, pero también fïsicamente cansada... estaría nerviosa por tener que desenvolverse sola -ella, pueblerina no acostumbrada a las dimensiones de una ciudad- en un ambiente desconocido y hostil (su indumentaria, aunque ella lo ignore, produce a mucha gente rechazo, a priori)... le inquietaría el recorrido en sí mismo por miedo a extraviarse pero  también cómo desenvolverse en la administración... sólo sabe unas palabras básicas de español y seguramente no llega más que a firmar.. lo más probable es que no sepa leer...
De todos modos trasmitía serenidad, la serenidad femenina, el acatamiento, la aceptación de su vida y situación...
Realizó todo el trayecto pendiente de sus hijos, como cualquier madre de cualquier lugar del mundo...
Yo la llamé figuradamente "Salima", como otra Salima que yo creé y que para mi tiene ya vida propia (espero que la conozcáis todos y podáis leer su historia pronto...) y que simboliza muchas cosas, que es el compendio de muchos aspectos de las mujeres, de las mujeres de cualquier parte del mundo...
Y fui más allá en mis pensamientos... y me pregunté si ella habría elegido a su marido o si se lo habrían impuesto, me pregunté si, al menos, le gustaría, si la trataría bien...

Yo continuaba emocionada, con lágrimas en los ojos. ¡Qué asquerosamente injusto es este mundo con los pobres! ¡Y qué difícil lo tienen algunos -y sobre todo algunas- sólo por el hecho de haber nacido en un lugar u otro...! ¡Y cada vez los ricos son más ricos, las empresas más feroces y los seres humanos más débiles...!

Mi parada se acercaba y yo me sentía unida a aquella joven mujer a la que seguramente no vería nunca más.

Cuando ya me levanté para acercarme a la puerta, no elegí salir por la trasera, más cercana a mi asiento, sino que me dirigí a mi "Salima" y le dije mientras le miraba directamente a los ojos sonriendo:
-Mucha suerte.
El hombre que estaba a mi lado,que también iba a apearse, me miró al oírme con cara de "¿qué dice ésta sin venir a cuento?".
Pero Salima y yo nos entendíamos, y con otra sonrisa, tímida la de ella, me respondió bajando pronto los ojos:
-Ggrassiass...
Acaricié el pelo de su niña más pequeña que iba de pie pegada a ella, y salí.
Suerte, Salima, suerte... Espero que puedas encontrar una vida feliz en esta sociedad nuestra tan injusta con los menos favorecidos.

Mi admiración por ti, por tu dignidad, por tu responsabilidad, por tu porte elegante y pulcro pese a tu escasez de recursos, por tu saber comportarte, por tu buena educación urbana... ¿Cómo es posible que ignoremos que puedes aportarnos muchas cosas...? Espero que sí se den cuenta las persona con las que trates en tu día a día...
Deseo que tus hijas encuentren entre nosotros un lugar de progreso e igualdad y que puedan volar libres y llegar todo lo lejos que ellas quieran.

Suerte, Salima, suerte...

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Beatriz Rato. Diseño y Desarrollo Web: noeliaantolin@gmail.com. Con la tecnología de Blogger.