LA CULTURA DEL MAÍZ EN ASTURIAS: A. PALACIO VALDÉS, "LA ALDEA PERDIDA"



Hoy mismo, preparando una ponencia sobre la importancia del maíz en la sociedad asturiana y consultando para ello mi libro "La cultura del maíz..." me he reencontrado con el gran novelista asturiano D. Armando Palacio Valdés, concretamente con su novela "La aldea perdida", en que tan bien describe la vida rural de esta tierra.

He considerado interesante publicar aquí un fragmento de esta novela. Se trata, concretamente, del capítulo XIV,  titulado “LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS”, y suprimo de él las partes novelísticas y argumentales para conseguir plasmar una descripción más limpia de lo que era una "esfoyaza" (reunión vecinal de recogida del maíz con gran importancia social en la Asturias de antaño).
El autor centra la acción en su aldea, San Juan de Entralgo, en Laviana, y describe las costumbres allí existentes entre los años l.850 y l.900, aproximadamente.
Cabe explicar que estas reuniones suponían acontecimientos muy relevantes en la reducida vida social de los jóvenes de las aldeas, sumergidos en un ambiente empobrecido y con escasas posibilidades de diversión. Mientras trabajaban, los asistentes cantaban, bailaban, contaban cuentos, chistes, adivinanzas, jugaban... y ligaban... Muchas parejas surgían de estos encuentros ya que era un modo de conocerse y realizar los primeros contactos amorosos.
Hablo de todo ello con mucho más detalle y describiendo con detenimiento estas manifestaciones culturales y folklóricas, inexistentes ya, en mi libro "El cultivo del maíz...", pero no  procede extenderme en eso ahora.

El texto de Palacio Valdés, que es lo que importa, dice asi:

“…Llegó el otoño. Las vegas comenzaron a ponerse amarillas; el ganado bajó del monte; los paisanos se aprestaron a cortar el maíz. Así que lo cortaron, después de tenerlo algunos días en la vega en pequeñas pirámides que llaman “cuques”, lo acarrearon a las casas. Reinaba en la aldea gran animación. Chillaban los carros por los caminos. Una brisa fresca perfumada de trébol y madreselva corría por el campo.

Por la noche solía haber “esfoyaza”, la faena de descubrir las mazorcas y atarlas en ristras. Cada día acudían los vecinos a casa de uno de ellos para ayudarle; generalmente eran los jóvenes. Renidas en una estancia mozos y mozas a la luz de un candil pasaban la velada alegremente, bromeando, cantando, requebrándose mientras poco a poco las doradas espigas salían de su envoltura y se enristraban para adornar después los corredores  y los hórreos…

Por la noche hubo esfoyaza en el palacio del capitán. Se efectuaba en una amplia estancia que había en la parte trasera y que llamaban el “granero”. Regalado, más rumboso que los demás vecinos, en vez del acostumbrado candil colgó del techo un velón y cuatro mecheros…

Reuniéronse casi todos los mozos y mozas de Entralgo. Vinieron también algunos de Canzana. Y en cuanto las doradas mazorcas comenzaron a descubrirse, dieron comienzo igualmente los cánticos, las risas, las bromas y los gritos. Ellas tiraban de las hojas y arrancaban las que sobraban; ellos trenzaban las espigas en largas ristras, que subían luego al desván.

Jacinto se sentó al lado de Flora. Quino hizo lo mismo al par de Eladia. Algunas otras parejas amarteladas había diseminadas por los rincones oscuros del recinto. Pero la gran mayoría departía bromeando unas veces y otras cantaba.

Cuando ésta hubo calmado llegaron a renovarla unos cuantos mozos de la Pola que entraron en la esfoyaza con más ganas de retozar y divertirse que de enristrar espigas. Los de Entralgo les siguieron el humo y por espacio de media hora aquel recinto fue una babel. Se chillaba, se reía, se arrojan las mazorcas unos a otros, se tiraba de los pañuelos a las zagalas, se defendían ellas dando algunos vigorosos empujones, que no pocas veces hacían caer de bruces a sus contrarios. Todo se hacía menos trabajar, de tal modo que Regalado, adivinando que de seguir así las cosas no se terminaría la faena ni a la media noche se puso serio y les llamó al orden repetidas veces. Pero no logró nada. Hasta que se hartaron de retozar no se dieron cuenta de que las mazorcas estaban allí para otra cosa que para servir de proyectiles amorosos…”


¿Verdad que es muy bonito? A mi me lo parece...









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2 Responses to LA CULTURA DEL MAÍZ EN ASTURIAS: A. PALACIO VALDÉS, "LA ALDEA PERDIDA"

  1. Quizás por ser de Laviana, pero esta novela me encanta, sobre todo el cariño con el que el escritor describe estas y otras labores cotidianas

  2. Beatriz Rato says:

    Lo importante es cómo se dicen las cosas, llevas razón. Y lo cotidiano se engrandece con escritores grandes como Palacio Valdés.
    Gracias por tu comentario.
    Un saludo muy cordial.

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Beatriz Rato. Diseño y Desarrollo Web: noeliaantolin@gmail.com. Con la tecnología de Blogger.